miércoles, 6 de diciembre de 2023

Ese domingo

Hace algunos años, como todos los domingos, visité a mi mamá, traje una silla del comedor y me senté a verla mientras cocinaba. "¿Cómo estás mamá?", le pregunté. Entonces ella se puso a contarme las cosas que pasaban en el barrio, la mayoría historias tristes, "La señora tal está enferma", "Le robaron la casa al vecino", "Ya no sabemos qué hacer con los rateros".

No recuerdo que me pasaba por esos días, pero ese domingo en particular no me sentía con ganas de escuchar ese tipo de historias, "Ay mamá, tu siempre tan negativa, ¿no puedes contarme algo bonito, algo positivo?", entonces mi mamá volteó a verme triste y me dijo: "Hijo, esas son las cosas que me pasan, no lo hago a propósito", luego continuó cocinando, callada...

Y a pesar que luego me acerqué a abrazarla y le pedí disculpas, cada vez que la veo ahora (que habla poco debido a su enfermedad y ya no puede contarme nada), ese recuerdo regresa a mí, ese día que me contaba las cosas que le pasaban y yo no quise escucharla.

No saben cuanto quisiera, poder regresar a ese domingo...

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viernes, 31 de julio de 2020

Compilados Ascensor

El señor de portería vende caleta un cd titulado "Compilados Ascensor", en ese cd graba todo lo que pasa en el ascensor del edificio y que a él le parece interesante. Un vecino me pasó la voz..

-Te vas a cagar de risa, flaco, pero el tío no le vende a cualquiera, tienes que decirle la contraseña.

-¿Cual contraseña?

-Te la mando por WhatsApp.

Así que el domingo en la tarde, a una hora que el lobby está muerto, le digo al señor de portería que me venda el cd, "¿Cual cd?" me dice, haciéndose el huevón, pero al toque le solté la contraseña..

-¿Quien se la pasó?.

-El tío Washington.

-Ah ya, el tío "Huachi" es respeto.

Minutos después estoy viendo el cd en mi televisor de 80 pulgadas tragando unos cheetos. Confirmo que el señor de portería tiene talento con la selección y edición de las mejores escenas: allí está la vecina sexy del tercer piso bien apretada yendo a trabajar, allí están los amigos pastrulos del vecino del doce prendiendo su troncho sin ningún respeto a las normas de convivencia, allí está el vecino urraco que trabaja en Magaly entrando de madrugada con una bailarina, allí está el vecino infiel chapando con la que supuestamente hace pasar como prima, allí está el vecino gay mirándose las pompis en el espejo y allí estoy yo carajo tomándome selfies cuando salgo a correr (pero no me resiento). Un éxito el cd, la verdad sea dicha, ya tengo ganas de ver la edición 2020, porsiaca la contraseña de este año fue “Pásame la blancaflor”, seguro la inventó el vecino del doce..

Pueblo Libre, Julio 2020, año de la pandemia.

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miércoles, 1 de julio de 2020

Gitana.

Hoy conocí a esa mujer de la que me habló hace como doce años, ¿se acuerda Don?, ese día que estábamos tomando unas chelas en mi casa, escuchando música, y usted a cada rato me pedía que le ponga la misma salsa de Willy Colón una y otra vez, y cuando la ponía usted se paraba y hacia unos pasitos de baile solo. Usted que siempre fue tan discreto como a la sexta chela soltó, me contó que había conocido a una dama muy hermosa, esas fueron sus palabras, y que luego de cortejarla por buen tiempo al fin ella lo había aceptado.

Recuerdo que me sorprendí cuando me lo contó, usted en ese tiempo todavía vivía con la doña, pero yo sabía que las cosas entre Uds. no iban bien hace años, que solo vivían en la misma casa porque ninguno de los dos tenía otro lugar a donde ir. Usted me pidió no contarle a su hija, jamás lo haría, ni siquiera cuando luego de muchos años usted mismo le contó (usted me enseñó a ser discreto con esas cosas, ¿se acuerda?). Recuerdo también haberme sentido contento por usted, fui testigo varias veces de cómo la doña lo trataba, el amor entre ustedes se había acabado hace tiempo, usted tampoco era perfecto pues Don, ninguno de nosotros lo era, ningún ser humano lo es. Lo que me quedó claro de esa conversa fue que usted estaba enamorado y contento, y que aquella sería la última vez que usted y yo nos tomaríamos unos tragos en esa casa. Luego de esa noche su hija me prohibió que tomara con usted, “Yo sé cómo es mi papá cuando toma y sé cómo eres tú, tengo miedo de que se falten el respeto”, me dijo, también se lo dijo a usted y ambos le hicimos caso.

Jamás volvimos a hablar de ese tema, ¿no, Don?, es más, creo que usted no recordaba habérmelo dicho y fue mejor así. Por mi lado yo guardé sus palabras en ese lugar de mi memoria donde guardo las confidencias de la gente que me importa, y pensé, le soy sincero, que siempre se quedarían allí. Sin embargo, hoy que asistí a su entierro, sentí mucha pena por aquella mujer que no pudo entrar al cementerio a despedirlo, y se quedó llorando, despacito, detrás de esa horrible reja. Por eso no me pude contener Don, me le acerqué y le conté bajito al oído de aquella noche, le dije las palabras bonitas que usted había dicho de ella y le conté como pedía a cada rato que repita esa canción y usted se ponía a bailar solo, “Seguro fue Gitana, esa salsa le gustaba mucho”, me dijo, y pude ver que sonrió un poquito, ella sabía bien que esa era su canción…

“Por si un día me muero y tú lees este papel,

Que sepas lo mucho que te quiero, aunque no te vuelva a ver

Gitana, gitana.. gitana, gitana..

Tu pelo, tu pelo.. tu cara, tu cara..”

Descanse en paz, Don.

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domingo, 24 de mayo de 2020

Toy Story

A inicios de esta semana ocurrió algo terrible en mi casa, un suceso que pasaré a narrarles a continuación, pero desde ya les advierto que es algo fuerte, así que si eres demasiado sensible por favor no sigas leyendo.

¿Conocen ustedes esas tapitas plásticas que se le ponen a los tomacorrientes, para que los bebes no metan el dedo y se electrocuten?, pues bueno, mi hija menor ha aprendido a sacarlos delicadamente con una habilidad digna de un carterista de la parada. Más de una vez le hemos dicho y hasta gritado “¡No hagas eso!”, pero ella no entiende.

Lo peor de todo es que luego de sacarlos los esconde en los lugares más caletas e insospechados: adentro de un zapato, en el tacho de la ropa sucia, etc., con decirles que una vez encontramos una de las tapitas adentro de una de las macetas.

Pero lo que sucedió esta semana ya fue demasiado lejos.

En el espacio que uso para trabajar, tengo una pequeña biblioteca, adornada con algunos muñecos de colección, la mayoría personajes de películas, series o dibujos que me gustan.

A veces, mientras estoy trabajando, mi bebé se escapa de su mamá e ingresa a exigirme que juegue con ella, y como se da cuenta que no puedo (porque estoy en una llamada o videoconferencia) me señala con el dedo alguno de los muñecos para que se lo preste. Y bueno, como yo necesito que esté en silencio, a veces agarro un muñeco y se lo doy.

Pero esta semana pasó algo rarísimo, uno de los muñecos (el más pequeño, pero a la vez mi favorito de todos) desapareció de una de las repisas. Interrogué a todos en casa y todos respondieron que no lo habían cogido. Intenté recordar si hubo un día en la semana en que se lo había dado a la bebe, pero por más esfuerzos que hacia no podía recordarlo. Así que desesperado me puse a buscar.

Busqué por todos lados: debajo de las camas, de los muebles de la sala, hurgué en los cajones de cada ropero, cómoda y escritorio existente en la casa (confieso que violé intimidades), hasta en los cajones de la cocina busqué, pero ni así pude encontrar nada.

Ese día recuerdo haberme ido a la cama bien de noche, sintiéndome muy frustrado.

...

Al día siguiente me levanté muy temprano, estaba decidido a pasar la página y olvidar el tema del muñeco perdido. Iba a ser un día con mucho trabajo y debía estar concentrado. Me dirigí a la cocina a preparar un café y de reojo vi la bolsa de la basura, estaba repleta, el día anterior mi esposa había colocado allí los desechos de toda la casa incluyendo los baños.

De repente tuve un presentimiento, una corazonada, así que, sin pensarlo, me arrodillé en el suelo, abrí la bolsa y haciendo de tripas corazón, retiré con mi mano todos los desperdicios que allí habían, toqué alimentos descompuestos, papeles higiénicos cochinos, pañales con sorpresa, uno por uno todo fue quedando en el suelo, no hubo nada que no revisara, que no palpara con mis propios dedos para asegurarme que el bendito muñeco no estaba allí, me desesperaba la idea que mi muñeco favorito fuera a parar a algún botadero de basura de los muchos que hay en Lima.

Pero lastimosamente no encontré nada, así que no me quedó otra que volver a poner todo en su lugar. Saqué la basura a la calle y luego limpié lo mejor que pude la cocina.

Mientras me bañaba me tranquilizó la idea de haber hecho todo lo que podía por encontrarlo, debía, ahora sí, dejar de pensar en ese bendito muñeco.

...

Un par de horas más tarde, ya más relajado, luego de desayunar con la familia, ingresé a la biblioteca y me dispuse a empezar un nuevo día de trabajo, fue en ese momento en que levanté la mirada hacia el “espacio vacío” y me di cuenta de un detalle en el cual no había reparado antes: el libro que estaba justo detrás del muñeco, estaba ligeramente salido, así que me paré lentamente y retiré el libro con mucho cuidado…

¿Y a quién creen que encontré allí atrapado?

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martes, 25 de junio de 2019

Nunca

Mayo, 1999.

-Pero, ¿estás segura Evita?.
-Estoy segura Marito, nosotros nunca seremos más que amigos.

Terminó la canción y fui al baño, saqué el falso de mi billetera y con ayuda de mi llave me metí dos jalones bien fuertes, la palabra "Nunca" retumbaba en mi cerebro..

***

Cuando salí del baño Erick me abrazó y me dijo "Me siento de puta madre, hace tiempo que no nos juntábamos todos", lo abracé también y de reojo miré a Evita, quien bailaba con el cumpleañero una salsa de Josimar y su Yambú..

"Y eres en pocas palabras la mejor de todas.."

La examiné de arriba abajo, estaba completamente de negro: las botas de tacón alto hasta la rodilla, los leggins y la casaca de cuero. Había aumentado varios kilos (veinte años no pasan en vano) pero seguía linda, muy linda.

Cuando terminó la canción regresó al grupo, la sonrisa blanca perfecta, los ojos chinos, se paró a mi lado

-¿Y tú Marito, a qué hora bailas?.
-Que pongan una buena y salgo al ruedo. -bromeé

La noche siguió su curso entre tragos, reencuentros con viejos amigos y música de la época, la celebración por los cuarenta años de Kanito era todo un éxito.

-Ya me voy Evita.
-Te vas a ir sin haber bailado ni una. Que aburrido te has vuelto.

Y en eso, por esas coincidencias extrañas que tiene la vida, sonó la misma canción de aquella vez..

-¿Bailas?

Evita y yo bailamos muy juntos en silencio

"No me niegues la vida, te lo pido por favor.."

Antes que acabe la canción Evita me dice que también se va y que si la podía acompañar a su casa.

-Como lo hacías antes, ¿recuerdas?.

Nos despedimos de todos y empezamos a caminar, son casi las cuatro de la mañana y su casa queda a cinco cuadras, cuando estamos por la mitad del camino Evita me toma del brazo y me mira fijamente a los ojos . .

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miércoles, 18 de abril de 2018

Aceitito

Una amiga del trabajo me cuenta que debido a una dolencia que padece, ha decidido seguir una terapia con aceite de marihuana..

- Y cuando empiezas?

- Hoy por la tarde, luego del almuerzo, pero tengo miedo oye

- Miedo de qué?

- No sé, de los efectos, aunque en teoría me han dicho que solo va a relajarme un poco

- Tranquila, dale nomás, con fé

- Se me ha ocurrido una cosa

- Qué?

- Y si tu también te metes un poco de aceite?

- Y yo por qué?

- No sé, como quien colabora con su amiga

- Ja ja, te pasas, y qué te hace pensar que yo aceptaría hacer una cosa así?

- No sé, tal vez sea porque tienes cara..

- Cara de qué? De fumón?

- Yo no he dicho eso

- Entonces?

- Cara de que te gusta "experimentar"

- Ja ja, es lo mismo pues

- Vas a querer o no?

..

A las 3 de la tarde en punto, mi amiga y yo estamos en la puerta del baño, ambos entramos por turno y nos metemos exactamente 13 gotas de aceite debajo de la lengua, luego ambos regresamos a nuestros sitios nerviosos, como si fuéramos niños que acaban de hacer una travesura ..

- Y qué fue, sientes algo?

- Nada y tu?

- Nada tampoco, pero me dijeron que demora en hacer efecto

Luego de aproximadamente veinte minutos, otra amiga del trabajo viene a mi sitio para que le firme unos documentos, así que cojo el lapicero y cuando me dispongo a firmar, me doy cuenta de que tengo la mano pesada y que apenas puedo sujetar el lapicero con fuerza, mi firma me sale toda chueca, el aceitito había empezado a hacer efecto..

- Oye siento la mano pesada, se me hace dificil escribir

- Ah si?, yo me siento muy relajada y tengo los ojos pesados

- Ahora que lo dices yo también, un poco

- Y si ponemos música para despertarnos?

- Ya, dale ...

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jueves, 29 de junio de 2017

LuchaLibro

"LuchaLibro" es una especie de "batalla", donde sientan a 2 participantes frente a una laptop, y ellos deben escribir un cuento en 5 minutos, utilizando 3 palabras que les dan al azar. Mientras tanto, un proyector va mostrando a los asistentes lo que escriben. Al finalizar el tiempo, un jurado (compuesto de 3 escritores) elige cuál de los cuentos es el mejor y el ganador de la batalla pasa a la siguiente fase. Esto último se repite hasta que queda solo un solo ganador.

El premio para el ganador es la publicación de un Libro, un libro de cuentos que deberá escribir en máximo 6 meses.

Hace más o menos 1 mes, leí por casualidad de este concurso en el FB de un amigo, había que mandar un cuento de máximo 1 hoja y así lo hice (mandé uno de los cuentitos que escribí, como parte del Taller que asistí hace poco). De todos los cuentos enviados, ellos elegirían a los autores de los 16 mejores para participar en las batallas. Ayer en la noche, mientras caminaba bien enchalinado hacia el paradero, recibí una llamada telefónica de un número desconocido, indicándome que mi cuentito les había gustado y que yo era uno de los 16 participantes.

Me dijeron que antes de las batallas debía asistir a un Taller Literario y a un Taller de Expresión Corporal, yo les pregunté si ambas cosas eran gratis (siempre es bueno preguntar), y cuando me dijeron que si, yo acepté al toque antes que se arrepintieran. Finalmente me dieron la bienvenida al concurso y colgaron, dejándome recontra confundido.

Ya en la combi, saqué el celular y me puse a ver vídeos del concurso en Youtube. Para ser honestos, el formato no me gustó mucho, eso de salir a una especie de "ring literario" con una máscara puesta, me causó un poco de aprensión, a parte me di cuenta de que el Jurado era demasiado estricto y que la mayoría de participantes eran más jóvenes y algunos de ellos con mucho mejor prosa que yo. Y así, lleno de temores, llegué a mi casa.

Durante la cena se lo conté a mi Familia, mi esposa y mi hija se emocionaron mucho. Mi hija se ofreció a hacerme una máscara bonita y mi esposa me dijo que haría un cartel para darme ánimos. Cuando les hablé de mis temores, las dos me levantaron el ánimo con frases alentadoras: "¡Pero si tu escribes bonito, papi!", "¡Que seas mayor es una ventaja, porque tienes más experiencias que contar!". Yo las escuché agradecido, forzando de rato en rato una broma, para que no notaran lo nervioso que estaba.

Minutos más tarde, en la cama, me puse a pensar en varias cosas, como por ejemplo, si era realmente necesario que participara en ese concurso, que me expusiera de esa forma, ¿Lo hacía por el premio?, ¿Por hacerme conocido?, la respuesta era no. Así que me dije a mi mismo que no debía estar nervioso, porque ganar un premio no fue lo que me impulsó a mandar mi cuento para participar, lo que me motivó desde un principio fue vivir la experiencia, y visto de esa forma, todo era positivo: asistiría a talleres artísticos, aprendería cosas nuevas, conocería gente con mi mismo gusto por la escritura, y tal vez, hasta haría nuevos amigos. Viviría una experiencia súper loca (una más) a mis 42 años, y eso es, siempre, algo bueno que agradecer al destino.

Y pensando de esa forma, ya mucho más tranquilo, me quedé dormido.

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miércoles, 1 de febrero de 2017

Me verás Volver

¿Papi por qué no te tiras desde lo alto de esa piedra?” me anima mi hija, señalando una enorme “piedra” ubicada en medio de la piscina. “A ver pues” respondo sin pensarlo mucho y juntos atravesamos nadando la alberca hasta llegar al borde de ese armatoste de plástico que cuenta con varios agujeros (estratégicamente colocados) que permiten escalarlo.

¡Súbete Papi y tírate un clavado desde la cima!” me vuelve a animar mi hija, mientras yo de costado, observo como trepa un muchacho de unos dieciocho años, sin mucha dificultad.

Así que, motivado por las arengas de mi cachorra, y creyendo que la cosa no era muy complicada, procedo a sujetarme de dos de los agujeros con ambas manos e intento desplazar mi cuerpo de 80 kilos hasta la cima de ese Elefante blanco.

Lamentablemente para mí, luego de media hora y múltiples intentos, yo seguía debajo de aquel enorme monolito sin poder vencerlo, observando derrotado junto a mi hija, cómo iban y venían muchachos de todas partes de la piscina y lo escalaban una y otra vez sin mucho problema. Y a pesar de que me había tomado varios minutos para estudiarles la técnica y lo había intentado con mucho empeño, mi humanidad no lograba pasar de la 2da fila de agujeros.

Mejor ya vámonos a los toboganes, papi” me suplicó Camila, cansada y algo aburrida de ver a su padre fracasar una y otra vez. Y como la verdad a mí ya me dolía todo el cuerpo debido al esfuerzo desplegado, opté por hacerle caso y retirarme del lugar bastante apenado y sobre todo decepcionado por mi alicaída condición física.

Varios minutos después, luego de haberle servido 50 mil veces de colchoneta humana a mi hija en los toboganes, regresé al lugar donde estaba mi mujer y le relaté el lamentable suceso del pedrusco gigante que no había podido escalar...

- No puede ser cielito, pero si tú eres ágil como el chapulín colorado

- En serio negrita, no pude trepar

- Seguro debe tener un truco eso, vamos conmigo para ver

- No negrita, yo ya lo analicé buen rato, la única forma de que suba, es que alguien me haga “patita de gallo” para alcanzar la 3ra fila

- Ya pues, yo lo hago
-dijo la negrita, mostrándome orgullosa sus musculosos brazos, más anchos que los míos-

- Eso podría ser, sino fuera porque esa parte tiene 2 metros de profundidad y tú no sabes nadar. En si esa vaina es pura fuerza de brazos, negrita.

Pero mi mujer no hizo caso de mis razones, y prácticamente a la fuerza, me condujo nuevamente hasta la piscina donde estaba ubicada la enorme piedra…

- Ya, ahora zambúllete, nada hasta esa cosa y trata una vez más. Vas a ver que ahora si vas a poder porque tu mujercita está aquí con toda la buena Vibra

Así que ya me ven, nadando nuevamente hacia aquel pedrusco, con los brazos y piernas al borde del calambre y con varias partes del cuerpo moreteadas de tanto chocar y chocar contra las paredes del tobogán.

Cuando luego de mucho esfuerzo logré alcanzar nuevamente la base de aquel armatoste, volteé hacia donde estaba mi mujer y ella me estaba mirando sonriente y tranquila, confiadísima que con su “buena vibra y energías positivas” bastaría para que yo pudiera superar aquel obstáculo.

Así que animado por la aureola de Fe que ella desprendía en ese momento, me cogí de dos agujeros de la 2da fila de aquel monigote y luego haciendo algo de fuerza en los brazos, conseguí sacar una de mis piernas del agua y colocar mi pie en uno de los agujeros de la 1ra fila. Y así me quedé algunos segundos, colgado en aquella incomoda posición, hasta que conseguí reunir la fuerza necesaria para sacar la otra pierna y apoyar la rodilla en otro de los agujeros de la base, era lo más lejos que había llegado ese día…

¡Vamos Pepetino!”, escuché que me gritaba mi mujer, al otro lado de la piscina, escuché algunas risitas burlonas también, pero no les hice caso, mi único objetivo en ese momento era acumular la fuerza necesaria en uno de mis brazos para conseguir agarrarme de algún agujero de la 3ra fila, si lograba hacer eso, tendría el 60% de la misión completada.

Así que reuní las pocas fuerzas que me quedaban y me impulsé con todo hacia ese maldito agujero de la 3ra fila, lográndome asir de él por unos segundos, fue en ese instante que sentí un inmenso dolor en la mano que me hizo soltarlo y caí nuevamente al agua. Cuando salí de la piscina tenía uno de los dedos de aquella mano con sangre.

No lo intenté más. Lo más triste fue que mientras abandonaba la piscina con ayuda de mi mujer, una niña apenas unos años mayor que mi hija, lograba escalar la piedra al primer intento y sin mucha dificultad.

--- o ---

Minutos después, mientras conducía camino a casa por la carretera y mi hija dormía en el asiento trasero del auto, le dije a mi mujer…

- Lo que pasa es que ya estoy viejo, negrita. Ya no estoy para esas cosas.

- ¿Viejo, tú?, no digas tonterías

- Es en serio, ¿Te acuerdas que pasó cuando quise saltar esa veredita con el Skate?

- Si, te caíste y te dislocaste el hombro

- ¿Ya ves?, yo creo que llegó la hora de aceptar mi edad con dignidad y dejar de hacer ese tipo de cosas

- Mira Pepetino, no digas eso, lo que pasa es que estás un poco gordo y no haces mucho ejercicio de brazos, yo estoy segura que si bajas y haces un poco de pesas, para la próxima trepas esa piedra de mierda en una nomás

- ¿En serio crees eso negrita?

- Estoy completamente segura, cielo

Desvío la mirada de la carretera por unos segundos y miro el rostro de mi mujer, coloradito por el sol, iluminado por el reflejo del atardecer, y le digo…

- Me verán volver, ¿no negrita?

- Así es cielo, te verán volver...

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martes, 10 de enero de 2017

El Reencuentro

La reunión entre José Arguedas y Arturo Morales estaba pactada para las 3pm. del primer sábado de enero. El lugar no podía ser más propicio: la Antigua Taberna Queirolo, que tiene más de 130 años de actividad, y que estaba muy cerca del departamento de José y era uno de los bares preferidos de Arturo.

La emoción de Arturo por este reencuentro de más de veinticinco años tiene que ver con las reminiscencias de una época feliz, su niñez, recuerdos que acariciaban su mente a través de imágenes conocidas, tibias, de aquellos dibujos animados japoneses que obnubilaron sus primeros años, de series entrañables de la época, películas, canciones, sus padres vivos.

Como nunca, Morales trata de ser puntual. Sale de su departamento con anticipación y buen humor, avizora la mirada y con firme decisión. El tráfico es intenso y el calor agobiante pero ni así mengua la emoción.

‘Avísame cuando estés a cinco minutos del lugar’, pide Arguedas por mensaje de texto.

– Señor, diez soles más si llegamos antes de las 3pm. al Queirolo.

– Está difícil maestrito pero, a'er, voy a intentarlo.

El taxi llegó a las 3:02pm.

En el local, antes de pedirle a Arguedas que ‘baje’, Morales busca la mesa histórica. Las opciones son pocas ya que ese Queirolo casi siempre está repleto los sábados. Ya sentado, Morales invoca: ‘Vente papi’.

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Sentado a sus anchas, San Felipe espera la llegada de San Diego. Todavía no ordenó nada. Espera. Otea el lugar, observa a los comensales, los arribos, las bandejas, las caras. San Diego llega, delgado, barbado, jovial, a paso firme. San Felipe, sin cabello, ennegrecido por el sol y sabe Dios qué más, incorpora toda su inmensidad y lo recibe con un abrazo.

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El primer encuentro de los amigos no abordó temas políticos ni religiosos, en cambio, fue un rápido repaso de dos biografías que necesitarán varios encuentros para ponerse al día. ‘¿Sabes por qué te pusieron Constantino?’, fue la primera pregunta. Como José intuyó, la madre de Arturo había fallecido. Sucedió casi cinco años antes de su reunión. Más sorprendente fue para José enterarse que Arturo estaba en Lima desde el 2011.

La colisión de estos dos mundos no fue destructiva. Por el contrario, fue estimulante. En una parte de la conversación, ya cómodos y relajados, y a propósito de libros, Morales comenta que no le gusta la obra de García Márquez porque, para él, sus libros exponen y ensalzan el amor romántico y ese amor es innecesario para él, no es importante, es circunstancial, prescindible. Morales prefiere a Borges. José en cambio, sí aprecia al creador de Macondo. Esta diferencia marcará la relación si es que ambos deciden darle continuidad.

Arturo sintió que José era impulsivo pero no dijo nada. José espetó su desacuerdo con la aparente negatividad o pesimismo de Arturo, que éste justificaba como ‘expresiones realistas o crudas’, aunque en su fuero íntimo llamaba ‘lucidez’ a lo que su amigo rechaza con notoriedad.

Por la emoción del momento y la comodidad que José brindó al momento, Arturo se animó a hacer confesiones. Habló de su trabajo como no lo hizo con nadie; desembauló el amor platónico por su hermana; pidió perdón por haberle mentido a un amigo en común; admitió sentirse incómodo con su desbordante anatomía e hizo propuestas para trabajar en coautoría en dos proyectos difíciles: uno político y otro literario.

Arturo luce muy por encima de su peso ideal. Le incomoda pero no le importa estar así. ‘Nada me levanta el ánimo, José’. Las ausencias continúas y los desencuentros, las lejanías, han marcado la vida del amigo que llegó de Texas. La temprana partida de su madre lo ha postrado en el hastío. ‘Debes aprender a vivir con el hueco en el corazón’, replica José. La propuesta la escuchó mil veces, pero esta vez resonó como un cañón en la conciencia de Arturo. Con el tiempo, se asimila la pérdida, sí, pero algo muere por dentro.

Diez cervezas, un cebiche y un puñado de tequeños acompañaron la charla. Películas, frases, recapitulaciones, anécdotas, revelaciones, evocaciones, remembranzas, aclaraciones. Las horas no murieron en vano. Cada sorbo de cerveza fue justificado.

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Previo acuerdo, los amigos debían intercambiar libros para leerlos y comentarlos en una posterior reunión, acción que haría inevitable volverse a ver. Este ejercicio los obligaría a disciplinar sus horarios y a darle valor al tiempo de ocio. Morales llevó ‘Museo, textos inéditos’, de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares. Arguedas llegó sin el libro pero propuso ir a su departamento para entregarlo. Y así fue.

Tras una breve caminata, ambos llegaron al departamento de Arguedas, que está ubicado en el décimo piso de un imponente edificio. En el lobby los esperaba su novia, Noelia, una morena bella, risueña y amable. Entre este par de amigos hay muchas coincidencias: ambos tienen una ‘Negrita’ en su vida, ambos nacieron en abril, los dos gustan de escribir, los dos tienen demonios que exorcizar (eso, leyentes, quizá no lo lleguen a saber).

Una cerveza más, ora un chilcano de pisco. Una vivaz charla sobre El Vengador (Kotetsu Jeeg), ora cantando la ‘Marcha Ugartina’. Morales trata de conjurar sus tormentos con Arguedas. ‘¿Soy ugartino aunque me hayan expulsado en tercero de secundaria?’, pregunta. El amigo, que fue un alumno destacado, dice que sí. El limbo desaparece y Morales siente, al fin, lo reconfortante que es la pertenencia, porque hasta entonces se sintió casi como un apátrida.

En un momento de la parte final de la reunión, Arguedas abraza a su amigo y le dice: ‘Esto es lo que debí haber hecho cuando mataron a tu papá’. La emoción, que pedía a gritos desbordarse en lágrimas, cimbró la humanidad de Morales. Ese abrazo indemnizó, en parte, décadas de ausencias.

Antes de abandonar el departamento, Arguedas invita a su amigo a un ambiente en el que están los libros. El elegido es ‘La sexta isla’, de Daniel Chavarría, un tomo de gran valor sentimental para el ingeniero de sistemas.

La reunión acabó al borde las 10pm., cuando Arguedas y Noelia embarcaron en un taxi a Morales. Quiero creer que ambos sintonizaron inquietudes ese día. El abrazo final diría que sí. Un segundo encuentro sellará esta sospecha.


Nabucodonosor
Martes 10 de enero

PD1: En casi 10 años que tiene este Blog (los cumple en Junio), esta es la 1ra vez que alguien que no es EBP escribe en él.

PD2: Este relato constituye la 2da parte del post "El Bocón".

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jueves, 5 de enero de 2017

El Bocón

La última vez que vi a mi amigo fue hace treinta años, en el patio del Colegio…

Luego de varias semanas de inexplicable ausencia, al fin mi amigo regresaría al Colegio. El viernes previo a su retorno la profesora nos había pedido que fuéramos buenos con él y que lo ayudáramos a ponerse al día en los cursos.

Así que el lunes se apareció mi amigo en el salón, no llevaba uniforme, estaba vestido con ropa de calle. No tuvimos mucho tiempo de conversar, porque casi al instante que llegó, sonó el timbre indicando que saliéramos al patio para la formación.

Formamos como siempre, en dos filas, y como mi amigo estaba parado a mi lado nos pusimos a hablar de cualquier cosa. En frente de nosotros había una pequeña tarima donde la directora daba un discurso por una celebración patriótica que, por más esfuerzo que hago, no logro recordar.

Lo que si recuerdo es que de pronto alguien de nuestro grupo se rió fuerte por algo y la directora interrumpió sus palabras y desvió su vista hacia nosotros, y como no pudo identificar quien era el revoltoso, se la agarró con el único niño en el patio que había venido con ropa de calle…

"Oiga usted alumno, encima que viene al Colegio sin portar el uniforme único escolar, tiene el desparpajo de promover el desorden en la formación?!"

El patio entero quedó en silencio y todo el alumnado volteó a ver a mi amigo, quien de la vergüenza o los nervios solo atinó a seguirme hablando, con el rostro colorado como un tomate y los ojos a punto de llorar.

Así que le seguí hablando, mis ojos fijos en los suyos. Fue como si de pronto la Directora se callara, todos los demás desaparecieran y solo estuviéramos nosotros, solos en ese patio, y yo sabía, de alguna forma, que mi mirada y mis palabras, eran lo único que sostenía a mi amigo para que no se caiga.

Mientras todo esto pasaba, mi profesora se acercaba disimuladamente al estrado, tapaba el micrófono con la mano y le contaba al oído a la directora, lo que le había pasado a aquel niño semanas antes: su padre había sido asesinado por unos terroristas en Ayacucho…

Y esa fue la última vez que vi a mi amigo, nunca más regresó al Colegio, ambos teníamos once años y estábamos en sexto de Primaria, pero este sábado, por esas cosas locas y maravillosas que tiene la vida, lo volveré a ver… :)

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